Daniel esperaba, tímido. casi sin palabras. Expectante.
Los invitados le arropaban congregandose a su alrededor, como una gran familia, debajo de los impresionantes arboles que llenan de sombra el estupendo jardín del Parador. Recuerdo la primera cita que tuvimos el equipo de enlaza con el y Mónica. Una pareja maja, serena y que no quería muchas complicaciones. Nos lo pusieron fácil. Confianza total, que agradecemos.
Y ahora ahí, super elegante, esperando a dar el gran paso. Un rayo de sol atravesaba el jardín desde el oeste. Llegaba Monica, radiante, nerviosa. Iluminada. Recuerdo que me emocioné cuando los vi juntos. La verdad es que no me acostumbro (ni me quiero acostumbrar) a ver como se acercan, se miran y se tocan las personas para las que trabajo en ese momento que siempre se repite y siempre es especial. Ese jardín es como una catedral natural y la ceremonia fue preciosa. Muy cercana. Una tribu celebrando. Y después ya mas tranquilos. Comida, brindis fotocall. Y Daniel ya no era tímido. Junto a Mónica, que estaba preciosa, paseando juntos por la vida, por las mesas.
Y luego una fiesta salvaje. Recuerdo los besos iluminados por bengalas y la sensación de crear, participar otra vez en algo bello.
Un placer.